jueves, 31 de mayo de 2007

Me huele a chamusquina

Estos días estoy un poco quemadilla y me resulta difícil fijarme en cosas bonitas y delicadas, cuando lo que realmente me gustaría es prender fuego a algo.

Debe ser que se acerca peligrosamente mi cumpleaños y se me hace un poco cuesta arriba.
Así que hoy voy a hablar de cosas quemadas.

Mi ídolo en estas circunstancias es el travieso
Maarten Baas, que con dos narices se atreve a quemar piezas emblemáticas del diseño contemporáneo, y encima las vende. Madre mía si yo tuviera su soplete, iba a chamuscar a diestro y siniestro.


Pero como ya he hablado de él, he tenido que indagar hasta encontrar otros objetos con olor a chamusquina. En l-e-mental he dado con esta maravillosa lámpara, la Black Light de Charlie Davison (en su web no la encuentro) que ha sido presentada en la Feria de Milán (¿cómo no?) 2007.

Su autor la define como una explosión o una erupción congelada en el tiempo. Parece una nube amenazadora con un exterior de papel quemado y retorcido y un interior que desprende una luz rojiza que da la sensación de que se está quemando por dentro.


Es increiblemete hermosa, en la foto se puede apreciar en el efecto impactante que produce su utilización en un gran pasillo blanco. Su presencia en el techo y el efecto de luces y sombras que proyecta en las paredes es verdaderamente inquietante, ¿habrá fuego por algún lado?.

Parece mentira lo impactante que puede ser un papel negro arrugado con una luz roja en su interior.


Este mismo diseñador ha creado otra pieza la
Crunk Chair, sillón con aspecto de haber sido envuelto en papel quemado. Pero aunque es bastante llamativo tiene pinta de ser poco cómodo, parece que te sientas y te clavas los pliegues en todo el cuerpo.

Ya me quedo más tranquila, después de haber quemado con la ayuda virtual de otros, alguna cosilla.


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